quedar en blanco, etc., aunque puede que haya algo de verdad en esto ya que
la presencia de tanta ansiedad interfiere con los procesos atencionales,
recuperación del material almacenado en la memoria, etc.
Este tipo de miedo es importante por su especial relevancia y relación con
el rendimiento escolar. Méndez y Maciá (1990) hacen referencia a que muchos
autores utilizan esta etiqueta para referirse a cualquier problema de
asistencia al colegio debido a la gran ansiedad experimentada por el niño en el
contexto escolar, tanto si el miedo principal es debido a la separación de sus
padres, como si es debido a algún aspecto específico de la situación escolar.
Otros autores, por el contrario, prefieren hablar de rechazo escolar para
referirse a la no asistencia del niño o niña a la escuela, ya sea por la
presencia de una fobia escolar, ya sea debido a un trastorno por ansiedad de
separación, insistiendo en que son problemas distintos, ya que las situaciones
que lo desencadenan son distintas. La fobia escolar se refiere al rechazo
prolongado que un niño experimenta a acudir a la escuela por algún tipo de
miedo relacionado con la situación escolar. Con todo, según Ollendick y Mayer
(1984), en la fobia escolar hay dos tipos de variables: a) factores
relacionados con la escolaridad, como el miedo a algún profesor, bajo
rendimiento escolar, problemas con las relaciones con los compañeros, problemas
por la apariencia o defectos físicos, etc, y b) sucesos vitales negativos,
enfermedad prolongada, separación de los padres, fallecimientos, etc. La fobia
escolar se manifiesta a través de tres sistemas de respuesta:
El motor o comportamental: el niño
evita ir a la escuela o se escapa de ella. Las conductas componentes pueden
aparecer a través de una conducta negativista: no se viste o lo hace muy
lentamente entreteniéndose constantemente, no desayuna, no encuentra los
materiales de clase. Si se le obliga a ir se vuelve a casa, o no asiste a la
clase, deambulando por el recinto escolar o escapándose. Si se le lleva a la
fuerza, grita, llora, patalea, tiembla, se agarra a la madre o al padre en el
momento de la separación. Y si, por el control de los padres y profesores, ha
de permanecer en clase, su conducta puede ser altamente perturbadora, bien de
una forma activa o pasiva.
El psicofisiológico: se pone
de manifiesto a través de una importante activación vegetativa, dependiente del
Sistema Nervioso Autónomo, en su rama Simpática: sudoración de las manos o todo
el cuerpo, tensión muscular elevada, sensaciones de mareo o desmayo, dolores de
cabeza, dolores de estómago, vómitos, diarrea, necesidad constante de orinar,
taquicardia, etc. y es habitual encontrar problemas relacionados con la
alimentación y el sueño.
El cognitivo-experiencial: el niño
manifiesta su negativa a ir al colegio. Y muy especialmente se dan una serie de
pensamientos e imágenes negativos sobre situaciones escolares. El niño suele
anticipar una serie de consecuencias negativas o desfavorables tendiendo a
evaluar negativamente las propias capacidades o situaciones: le van a preguntar
y le pondrán mala nota, el examen será muy difícil, hará el ridículo, se va a
quedar en blanco, etc., aunque puede que haya algo de verdad en esto ya que la
presencia de tanta ansiedad interfiere con los procesos atencionales,
recuperación del material almacenado en la memoria, etc.